Cada año, cuando el reloj marca las 7 de la tarde en Valle de Allende, un grupo de niños sale a pedir los conocidos “Seremos”. Recorren las calles en un ritual que ha perdurado durante siglos. Esta tradición, que simula una velación a un difunto, es parte esencial del patrimonio cultural del pueblo, pero enfrenta la amenaza latente de desaparecer.
Los “Seremos” representan una tradición viva, donde niños, o "ángeles” visitan las casas en grupos de tres a seis. Uno de ellos, cubierto con una sábana blanca, simula ser el difunto, mientras los demás encienden velas y colocan un crucifijo sobre su pecho. Tras recitar el Padre Nuestro y el Ave María, los pequeños entonan una canción tradicional:
“Angelitos somos, del cielo bajamos a pedir limosna y si no nos dan… ¡Puertas y ventanas, nos la pagarán, seremos, seremos, calabacitas queremos!”. Esta celebración, que tiene lugar en el Día de Todos los Santos, ha sido una de las más emblemáticas en Valle de Allende durante más de 300 años.
¿Desde cuándo se celebran “Los Seremos” en Valle de Allende?
La historia de los Seremos se remonta a la época de la colonización europea, luego de que los misioneros franciscanos dirigidos por el hermano Pedro de Espinareda, fundaron Valle de San Bartolomé, hoy Valle de Allende, el cual, nació como un hospicio y punto de avance para la evangelización en la región de los Conchos.
El registro más antiguo sobre la tradición de los Seremos se remonta al año 1730, y menciona que a medida que avanzaba el siglo XVIII, las Cofradías, que habían sido pilares en la organización de estas prácticas, comenzaron a decaer. Algunas desaparecieron, pese a los esfuerzos de sus trabajadores por mantenerlas vivas. La pobreza que comenzó a afectar a las estancias y haciendas de la región llevó a que los mayordomos buscaran alternativas para continuar con la tradición.
Una vez asentados, los niños huérfanos eran enviados a pedir limosna en las haciendas, llevando consigo su propio ataúd para conmover a los hacendados.
Sin embargo, en los últimos tiempos, la tradición ha enfrentado desafíos que amenazan su continuidad. La creciente influencia de celebraciones extranjeras como Halloween, sumada a la distorsión de la tradición dentro del propio Valle de Allende, ha debilitado esta costumbre.
Francisca Bonilla Luján, conocida como “Paquita”, nacida en 1928, ha sido testigo de la evolución de los Seremos. Ella recuerda cómo participó activamente en esta tradición durante su juventud, observa cómo se ha mantenido a lo largo de los años. “Yo los veo igual, con el mismo entusiasmo, igualito”, comenta Paquita, quien celebra que esta tradición siga como parte de la vida en el valle.
Los Seremos no son una festividad fúnebre o sombría
Ciudadanos de Allende aseguran que los Seremos no son una festividad fúnebre o sombría, sino una celebración de la vida de los santos, un recordatorio de la generosidad y la amistad. Sin embargo, reconocen que la tradición está en peligro y que es necesario preservarla. “Los Seremos están llenos de colores, de vida, de tradiciones, no es en blanco y negro, es una celebrción de vida, los Seremos, nos enseñan sobre la bondad y la amistad”, aseguró el profesor Lamberto Arellanes, originario de la comunidad.
Alejandra Enríquez, titular de la Secretaría de Cultura del Estado, afirmó que la dependencia está trabajando para documentar la tradición y garantizar su continuidad. “Desde hace ya varios meses, hay un equipo de Patrimonio, con antropólogos e historiadores, que ha construido un diagnóstico, un expediente técnico que documenta el valor de esta tradición viva en Valle de Allende”, explicó Enríquez.
Este expediente busca que los Seremos sean reconocidos como patrimonio cultural inmaterial, lo que implicaría su inclusión en la ley de patrimonio y garantizaría su preservación. El reconocimiento oficial consolidaría los Seremos como un elemento único de la identidad de Chihuahua y permitiría la asignación de un presupuesto para su promoción y difusión.
Los Seremos representan una conexión profunda con la historia y la identidad cultural de Valle de Allende. A medida que la tradición lucha por sobrevivir, la participación de las familias podría ser clave para su preservación. La pregunta que se plantea en Valle de Allende es: ¿Seremos la generación que verá partir esta tradición o la que la mantendrá viva para las futuras generaciones? El tiempo lo dirá.
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