El perico monje, también conocido como cotorra argentina, ha hecho su hogar en Chihuahua, convirtiéndose en una especie invasora que plantea serios desafíos ecológicos y económicos. Ricardo Soto, investigador de la Universidad Autónoma de Chihuahua (UACH), ha estado estudiando la proliferación de esta ave desde su llegada en 2011. En una entrevista, Soto destacó que, a pesar de su belleza, el perico monje es un intruso en el ecosistema local. A continuación te damos todos los detalles.
El primer avistamiento de este ave se registró en 2011, con cinco individuos en la Facultad de Zootecnia y Ecología. Desde entonces, Soto ha documentado su expansión, localizando un nido considerado el más antiguo en la ciudad, ubicado en la colonia Santo Niño. Este nido, con seis entradas, se ha convertido en un punto de dispersión para la especie, que ahora se encuentra en diversas partes de Chihuahua.
Soto advierte sobre los posibles daños económicos y ecológicos que el perico monje puede causar, aunque aún no se han realizado estudios exhaustivos al respecto. Ha mencionado anécdotas de agricultores que han perdido cosechas debido a la voracidad de estas aves. Un profesor de la UACH relató cómo los pericos destruyeron su producción de duraznos, lo que subraya el potencial daño a cultivos como nueces y maíz.
La población de pericos monjes en Chihuahua ha crecido considerablemente, lo que ha llevado a la necesidad de un programa de control. Soto propone implementar medidas para regular su número, aunque es poco probable que se logre erradicar completamente la especie. También enfatiza la importancia de educar al público sobre los riesgos que representa el perico monje, ya que muchas personas todavía alimentan a estas aves en parques, lo que puede aumentar su población.
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Originario de Sudamérica, el perico monje fue importado en grandes cantidades para la industria de aves de ornato en las décadas de 1930 y 1990. Soto sugiere que la población de Chihuahua podría haber surgido de individuos escapados de El Paso, Texas, dado su alto grado de adaptabilidad. Con condiciones propicias en la región, estas aves han encontrado un lugar donde prosperar, lo que genera la necesidad de monitorear su impacto en la ecología local.
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