Durante siete años, Panty, una perrita cruzada de Bull Terrier, dedicó su vida a cuidar las tumbas de niños y niñas en el Panteón Municipal 1 de la capital. Su historia conmueve por su nobleza y el impacto que dejó en quienes la conocieron.
Un inicio solitario, un propósito conmovedor
Panty llegó al Panteón Municipal 1 siendo apenas una cachorra de tres meses. Sin un hogar fijo o una familia que la reclamara, la perrita se convirtió en la guardiana del patio 1, un espacio rodeado de tumbas de niños decoradas con querubines y juguetes.
Desde su llegada, Panty asumió un papel especial: vigilaba día y noche el lugar, acompañando en el duelo a las familias que visitaban a sus seres queridos. Ladraba para ahuyentar a quienes perturbaban la paz del lugar y se aseguraba de que todo permaneciera en orden.
Un lazo con la comunidad
Panty no perteneció a una sola persona; en cambio, fue cuidada por los trabajadores del panteón y los vendedores de la zona, quienes la protegieron y alimentaron. En cada visita, las familias que acudían al panteón también se encargaban de saludarla y compartir momentos con ella, agradeciendo su compañía.
Su presencia era un símbolo de consuelo y calidez para quienes enfrentaban el dolor de una pérdida. En medio de la tristeza, Panty ofrecía afecto y apoyo silencioso, convirtiéndose en un ser querido para la comunidad.
El último adiós a una guardiana única
Panty falleció el 25 de marzo de 2023, tras haber dedicado siete años al cuidado de las tumbas en el panteón. Aunque el reglamento del lugar prohíbe la sepultura de animales, Panty se convirtió en una excepción: fue enterrada en el patio 1, el mismo lugar que cuidó con tanto celo durante su vida.
En su honor, se colocó una placa y una lápida que narran su historia y rinden homenaje a su noble labor. Estas marcas conmemorativas se encuentran entre las tumbas de los niños que protegió, perpetuando su memoria en el espacio que fue su hogar.
Un legado imborrable
La historia de Panty trasciende la de una mascota común. Fue una figura de consuelo para quienes buscaban enfrentar el duelo, un símbolo de fidelidad y empatía que dejó una huella profunda en las vidas de muchas personas.
Hoy, su memoria vive no solo en el Panteón Municipal 1, sino también en los corazones de quienes tuvieron el privilegio de conocerla. Panty será recordada como una guardiana y un ángel en la tierra, que encontró su propósito en la más profunda expresión de amor: acompañar a los vivos y honrar a los que partieron.
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