¡Captan a niños vendiendo dulces a escondidas! A pesar de las regulaciones implementadas por la Secretaría de Educación Pública (SEP) para restringir la venta de comida chatarra en las escuelas, persiste un negocio clandestino en las inmediaciones de los planteles, donde los estudiantes venden golosinas a escondidas en horario escolar.
En varias primarias y secundarias de la Ciudad de México, los niños siguen accediendo a productos no permitidos, como papas, golosinas enchiladas y malvaviscos cubiertos de chocolate, en contravención de las normativas. En una primaria pública de la Alcaldía Benito Juárez, Leonel, alumno de la institución, relató cómo algunos de sus compañeros venden bolsas de papas, con precios que varían según el tamaño, entre 15 y 20 pesos. “Cuando está más grande la bolsa, le aumentan 5 pesos”, dijo Leonel, quien explicó que su maestra ya lo había descubierto y, aunque le advirtió que no era correcto, aceptó que lo siguiera haciendo en silencio para evitar problemas con la directora.
¿Cómo es que venden los alumnos sus dulces?
Mientras tanto, en una primaria particular de la misma alcaldía, los estudiantes recurren a estrategias similares, vendiendo golosinas en el patio escolar. Luis, uno de los alumnos, mencionó que sus compañeros venden desde malvaviscos hasta productos más elaborados, a precios que rondan entre los 8 y 10 pesos.
Este comportamiento no solo se limita a las primarias. En una secundaria privada de la misma zona, los adolescentes han optado por esconder dulces en un locker, un lugar secreto al que tienen acceso solo ellos. “Yo llevé una bolsa grande de Menthos, pero mi mamá me dijo que dejara de comer tantos dulces porque me costaría caro en la dentista”, relató Andrea, una de las estudiantes, quien explicó que la estrategia del locker les permite mantener los dulces fuera del alcance de los maestros y prefectos.
¿Las autoridades les exigen dejar de venderlas?
Además, comerciantes ubicados fuera de las zonas escolares, como en Lindavista, en la alcaldía Gustavo A. Madero, han manifestado su disposición a cambiar su oferta de productos si las autoridades les exigen dejar de vender golosinas. José Urdapilleta, quien lleva 10 años vendiendo dulces y refrescos en las inmediaciones de un jardín de niños en la Avenida Cienfuegos, aseguró que está consciente de los riesgos para la salud que implica la venta de estos productos, pero señaló que si las autoridades lo permiten, cambiaría su mercancía para diversificarla.
A pesar de los esfuerzos por regular la venta de comida chatarra en las escuelas, los comerciantes y estudiantes han encontrado formas de eludir las restricciones, lo que sigue siendo un desafío en la lucha por mejorar la alimentación infantil en el país.
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