El estado de Chihuahua ha sido testigo de asombrosos eventos cósmicos a lo largo de la historia, con la caída de varios meteoritos que han dejado huella en la región.
En 1852, la tranquilidad del municipio de Jiménez se vio interrumpida por la llegada de tres gigantes del espacio. Los fragmentos de meteoritos conocidos como Chupaderos I, Chupaderos II y Adargas, impactaron la tierra con fuerza abrumadora. Con pesos de 14.1 toneladas, 6.8 toneladas y 3.4 toneladas, respectivamente, estos meteoritos dejaron una marca indeleble en la historia de Chihuahua.
Los fragmentos se encontraron en dos ubicaciones geográficas cercanas, separados por apenas 250 metros. Chupaderos I y II fueron descubiertos cerca del antiguo poblado de Huejuquilla, mientras que Adargas se halló 40 km al sureste de Huejuquilla, en la Sierra de Adargas. Juntos, estos tres meteoritos forman el famoso grupo Huejuquilla.
La pequeña comunidad de Valle de Allende, el 8 de febrero de 1969, vivió un acontecimiento que marcaría su historia para siempre: la caída de un espectacular meteorito. Este suceso astronómico no sólo asombró a los habitantes locales, sino que pronto atrajo la atención de científicos de todo el mundo.
El meteorito ingresó a la atmósfera con un estruendo atronador, iluminando el cielo de la región sur del estado como si fuera de día alrededor de la 1:05 de la madrugada. La impresionante roca espacial, que pesaba al menos dos toneladas, dejó un enorme surco que se extendía desde Valle de Allende hasta la localidad vecina de Pueblito de Allende.
En el año 1803, el geógrafo, astrónomo, explorador y naturalista alemán, Alexander von Humboldt, llegó a México con su amigo francés, el médico Aimé Bonpland. Juntos, emprendieron una intensa búsqueda de meteoritos por todo el territorio mexicano, enfocándose en aquellos conocidos como Zacatecas, Charcas, Toluca y Durango.
Curiosamente, el llamado “meteorito Durango” fue objeto de especial interés para Humboldt, pero con el tiempo se descubrió que en realidad había caído en Chihuahua, específicamente en Chupaderos, municipio de Jiménez. Este descubrimiento amplió el conocimiento sobre la caída de meteoritos en la región.
Los meteoritos Chupaderos y Adargas, tras su descubrimiento, fueron llevados a la Ciudad de México en 1893 por el ingeniero Antonio del Castillo, para ser exhibidos en el Palacio de Minería. Desde entonces, han sido fuente de asombro y estudio para los visitantes que se maravillan con estos tesoros cósmicos.