En el estado de Chihuahua, se forjó una relación entre el campo y la mina que trascendió siglos. La historia de la fundación del pueblo de Valle de San Bartolomé, o Valle de Allende en el estado de Chihuahua se entrelaza con el surgimiento de las minas de San José de Parral, dando vida a un asentamiento que sobrevivió en medio de la adversidad del norte de la Nueva España en los siglos XVI y XVII.
Valle de Allende, previamente conocido como Valle de San Bartolomé, en honor al apóstol San Bartolo , emergió en 1563 a lo largo de las riberas del río Parral, gracias a la labor de los misioneros franciscanos encabezados por el hermano Pedro de Espinareda.
Inicialmente, fungió como un hospicio y un puesto avanzado para la evangelización en la región de los Conchos. Sin embargo, su verdadero impacto radica en su intrincado sistema de canales que irrigaban huertos que generaban una abundante variedad de frutas. Esta riqueza agrícola atrajo a pobladores españoles y de distintas castas, quienes también se establecieron en la zona y erigieron una parroquia.
No obstante, el verdadero punto de inflexión para Valle de San Bartolomé llegó en 1570, cuando se convirtió en el sexto convento de la provincia franciscana de Zacatecas. Su estructura urbana se destacó por un plan lineal, donde la calle real y los canales se erigieron como ejes fundamentales. Esta disposición arquitectónica se repetiría en otros pueblos asociados a la histórica Ruta de Camino Real, como Nombre de Dios, Durango y Nazas en el estado de Durango.
La parroquia, construida entre 1788 y 1792, se erigió como la construcción más prominente en Valle de Allende. Un retablo de cantera rosa, meticulosamente construido, es una obra que inspira admiración por su belleza, con detalles simbólicos como un arco de entrada tallado con llaves de San Pedro, que representa el papel institucional del templo.
El interior de la iglesia alberga un tesoro artístico de óleos del siglo XVIII y figuras talladas en madera. Un pequeño museo en uno de los salones laterales alberga piezas magníficas, especialmente del siglo XVIII, que poseen un valor histórico, estético y artístico incalculable. Entre ellas, destaca una custodia de plata que data de 1732, un copón de plata meticulosamente elaborado a mano, un rosario engarzado en oro del Niño Jesús del siglo XIX y una imagen tallada en madera del arcángel San Miguel. Estas obras maestras son vívidos testigos de una época que se niega a desvanecer.
Este 24 de agosto del 2023, se cumplen 460 años de su fundación y, como tradición de los lugareños, se saca la imágen de San Bartolo a las calles del pueblo en una procesión para buscar prosperidad en las huertas y sembradíos de la zona.
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