En la actualidad, uno de los fenómenos que más preocupa a padres, educadores y expertos en salud mental es el denominado pantallismo, una adicción al uso excesivo de pantallas digitales, particularmente de teléfonos móviles y redes sociales , que está impactando de manera alarmante la salud mental de los niños y adolescentes. Este comportamiento, que se ha intensificado especialmente tras la pandemia, está modificando de forma significativa el desarrollo emocional, cognitivo y social de los más jóvenes.
El sistema nervioso de los adolescentes está en pleno desarrollo, y la exposición prolongada a dispositivos móviles está alterando este proceso, según explican varios expertos consultados por Infobae. “Cuanto más tiempo pasan los jóvenes en el mundo virtual, más se desconectan de los vínculos reales, lo que afecta su capacidad para establecer relaciones sociales auténticas”, advierten los especialistas. De acuerdo con el Cirujano General de los Estados Unidos, Dr. Vivek Murthy, el uso excesivo de redes sociales está relacionado con un aumento en los síntomas de ansiedad, depresión y una disminución de la autoestima en los jóvenes.
Adicción digital que aisla a los adolescentes y deteriora sus relaciones
Este tipo de adicción se caracteriza por un uso impulsivo y prolongado de internet, redes sociales y videojuegos online, afectando no solo la salud física y mental de los adolescentes, sino también sus relaciones familiares y académicas. En este contexto, la importancia de la intervención de padres y educadores es crucial, pues la solución no radica en prohibir el uso de estos dispositivos, sino en educar a los jóvenes sobre su uso responsable y saludable. Según los expertos, el acompañamiento y la enseñanza de un uso equilibrado de la tecnología son fundamentales para evitar que los teléfonos móviles se conviertan en sustitutos de las relaciones interpersonales reales.
El psicólogo Jordi Royo, junto a la ONG Aldeas Infantiles SOS, ha compartido testimonios que ilustran los peligros del pantallismo. Max, un adolescente de 15 años, relató su experiencia tras pasar horas interminables frente a su consola durante la pandemia, lo que lo llevó a aislarse socialmente. Tras meses de rehabilitación, Max ahora está aprendiendo a recuperar el control sobre su vida y sus relaciones. “La pantalla era mi extensión”, afirmó el joven, quien pasó hasta 10 horas al día jugando videojuegos.
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Uso excesivo de pantallas afecta áreas cerebrales
Desde el punto de vista científico, la profesora Rosario J. Marrero Quevedo, directora académica del Máster en Psicología General Sanitaria de la Universidad de la Laguna, realizó un estudio que reveló que el uso excesivo de pantallas afecta áreas cerebrales fundamentales como la amígdala y el córtex cingulado, responsables del control emocional y la toma de decisiones. Esto contribuye a un mayor deseo de gratificación instantánea, un comportamiento típico de las adicciones. Además, el uso prolongado de dispositivos tecnológicos se asocia con problemas de atención, ansiedad, trastornos de conducta y dificultades para regular las emociones.
Por otro lado, el psicopedagogo Pepe Menéndez enfatiza la necesidad de educar en el uso de los teléfonos móviles. A su juicio, el exceso de tiempo frente a las pantallas refleja una ausencia de acompañamiento emocional por parte de los adultos. En lugar de imponer prohibiciones, Menéndez sugiere una educación que fomente el autocontrol y el equilibrio entre la vida online y offline, fomentando actividades presenciales como el deporte, la lectura y el tiempo en familia.
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El sociólogo Gabriel Ianni también resalta la importancia de un enfoque equilibrado. Según Ianni, los padres deben establecer límites claros en el uso de pantallas, sin perder de vista que las tecnologías, si se usan adecuadamente, pueden ser herramientas útiles para el desarrollo intelectual y social de los jóvenes. A la vez, es esencial promover interacciones cara a cara, espacios sin pantallas y actividades recreativas que no dependan de dispositivos digitales.
El pantallismo es un fenómeno complejo que afecta la salud mental de los jóvenes de manera profunda. Aunque las tecnologías tienen beneficios, su uso excesivo puede alterar el desarrollo emocional y social de los adolescentes, lo que requiere un abordaje responsable por parte de los adultos. Crear un equilibrio saludable entre las interacciones digitales y las reales es fundamental para el bienestar de los más jóvenes.
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