La posibilidad de que la inteligencia artificial (IA) sustituya a alcaldes, legisladores y hasta presidentes ya no es una simple idea de ciencia ficción. Un debate científico explora los posibles escenarios de una gobernanza dominada por algoritmos, analizando las ventajas y riesgos de esta transformación.
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Antecedentes en el uso de inteligencia artificial
Varios países han experimentado con chatbots como candidatos. En 2017, Alisa, un programa desarrollado en Rusia, desafió al presidente Vladimir Putin en las elecciones. En Nueva Zelanda, Sam intentó postularse en 2020. Recientemente, en el Reino Unido, un avatar llamado AI Steve buscó un lugar en el Parlamento.
Estos sistemas presentan ventajas significativas: no tienen deseos de poder o riqueza, no se cansan y pueden interactuar con miles de ciudadanos al mismo tiempo. Sin embargo, también enfrentan serias limitaciones. Carecen de razonamiento moral, pueden generar respuestas erróneas o sesgadas y dependen del entrenamiento que recibieron, lo que plantea dudas sobre su imparcialidad.
The virtual #politician, called #SAM, was created in #NewZealand.
— Beebom (@beebomco) November 27, 2017
SAM can answer a person’s queries regarding local issues such as policies around housing, education and immigration. pic.twitter.com/8GCr0IErXh
Democracia directa mejorada con IA
El físico César Hidalgo propone un modelo en el que cada ciudadano programe un agente virtual para representar sus preferencias políticas. Estos agentes negociarían acuerdos y redactarían leyes de manera automática, eliminando la necesidad de políticos tradicionales.
Aunque esta propuesta promete mayor participación ciudadana, también plantea riesgos. El desarrollo de los agentes recaería en expertos en tecnología, lo que podría crear nuevas desigualdades en la representación. Además, delegar decisiones importantes a sistemas automáticos podría debilitar el compromiso cívico.
En el escenario más extremo, los algoritmos tomarían el control total de las tareas de gobernanza. Este modelo, conocido como “algocracia”, eliminaría la participación humana en la toma de decisiones.
No obstante, la ausencia de empatía y juicio moral en las máquinas podría socavar los principios democráticos. Además, la falta de transparencia en los algoritmos y el posible control de estos por grandes corporaciones tecnológicas son preocupaciones éticas significativas.
¿IA como complemento o reemplazo?
En lugar de sustituir a los políticos humanos, los expertos sugieren que la IA se utilice para mejorar su desempeño. Esto incluiría herramientas que faciliten el acceso a información relevante y promuevan una participación ciudadana más informada.
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